Supongo que si nos preguntaran directamente cuáles son nuestros hobbies, a todos se nos vendría a la mente algo que nos interese en cuestión de segundos: leer, dibujar, hacer deporte… lo que sea. Cosas que nos entretienen y desconectan durante un rato de las vicisitudes problemáticas, rutinarias o estresantes del día a día. De las cosas que escapan a nuestro control.
Son muchos los artículos que nos hablan de los beneficios que para nuestra salud nos proporciona tener un hobby. Obviamente para nuestra salud física, si nuestro hobby responde a deportes o danzas, y para nuestra salud mental (a la que también contribuye el deporte) si son de otro tipo. Esto último se sustenta en la tranquilidad que se presupone que nos proporciona su desarrollo, rebajando nuestros niveles de estrés.
A modo personal, la creación de este blog me supuso durante un tiempo ese oasis en el que descansar, desconectar y recapacitar de la asfixiante rutina de «negatividades» y rechazos. De inseguridades y esfuerzos vanos. Y aunque la lucha del día a día a veces me dejaba sin ganas de publicar, ni de buscar siquiera información de ningún tipo, cuando entraba aquí siempre tenía una sensación de paz. Hasta hace unas semanas. La autoexigencia me sobrepasaba. Me sentía absolutamente obligada a escribir algo, por breve o anodino que fuera. Eran los días sin publicar los que marcaban el desarrollo que me planteaba del blog, no los contenidos que me apetecieran tocar. Y el oasis se transformó en obligación.
Yo no sé si algún bloguero que esté leyendo esto se siente identificado, si ha sentido lo mismo en algún momento del desarrollo de su blog. Yo hasta me planteé dejarlo y aparcar así una preocupación que me había creado yo misma. Nadie me marca ningún ritmo ni me exige nada. Claro que yo solita me valgo para eso… Sin embargo hoy me he planteado: ¿qué es lo que realmente debo aparcar? ¿Mi blog? ¿Por qué? ¿No sería más lógico aparcar esas sensaciones negativas? Qué importante es saber decir: BASTA. Pero sobre todo a qué se lo dices.
Creo que uno tiene que ser capaz de plantearse sus propios límites. Hasta qué nivel soportar. Qué está dispuesto a ofrecerse a sí mismo y a qué renunciar. La inversión de tiempo y esfuerzo, la asunción de quebraderos de cabeza, de cierto grado de estrés o presión autoimpuesta… Uno tiene que delimitar la línea entre el hobby y la obligación, entre el grado en el que nos distraemos y en el que nos estresamos. Al fin y al cabo, y en este caso, un blog es una forma de relación e interacción que, si bien es necesario alimentar, también hay que saber decir «no» cuando no nos sintamos capaces de mantenerla. Es decir, hay que saber cuál es nuestro límite de transgresión de nuestras necesidades.
Cuando hablamos de establecer límites ante terceros, podemos hacerlo de diferentes maneras, de un modo más tajante y directo, de un modo más responsable, más asertivo o, directamente, alejándote. Los que nos imponemos a nosotros mismos suelen responder a este último modo. Nos alejamos, dejamos o abandonamos aquello que creemos que nos ha superado. Pero antes de que esto ocurra, debemos aprender a decir, como digo, BASTA. A aceptar que no hay camino sin dificultad, y a decir NO cuando veamos que nuestra autoestima y autoconcepto están en juego. Parar y recomponerse. Y continuar andando teniendo esta vez claro hasta cuándo descansar para llegar sanos a la meta.