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adversidad, albert ellis, consecuencias, creencias, definición, optimismo, seligman
“Un optimista puede ver una luz donde no existe, pero, ¿por qué tendrá que ir corriendo el pesimista a apagarla?”
Michel de Saint-Pierre
Existen muchas definiciones de optimismo. Una de las consideradas más completas es la de Marujo: “Ser optimista quiere decir apreciar, valorar, estimular, honrar; reconocer lo mejor de una persona, situación o experiencia y, en general, del mundo que nos rodea; aumentar el valor; prestar atención y afirmar las fuerzas, éxitos y potenciales presentes y pasados de esas personas, situaciones o experiencias; identificar y prestar atención a las cosas que dan la vida –salud, vitalidad, excelencia- a los sistemas vivos; tener esperanza; tomar la determinación de hacer planes con la intención de alcanzar objetivos; ejercer el control intencionado y confiado sobre la vida.”
Pero fue Martin Seligman, considerado la mayor autoridad mundial en cuanto al estudio del optimismo y el pesimismo, el que introdujo una nueva dimensión. Para él, ambos son aprendidos. Dado que son hábitos mentales que nos explican las causas de nuestros éxitos o fracasos, podemos trabajarlos.
Uno de los ejercicios que podemos realizar para mejorar el optimismo, nos lo proporciona el Modelo A-B-C de Albert Ellis. Este modelos nos enseñará a entender que nuestros sentimientos optimistas o no, dependerán de lo que nos decimos a nosotros mismos sobre los resultados que obtenemos de las cosas. Por lo tanto, el cómo nos sentimos no dependerá tanto de las cosas que nos pasen sino de nuestras creencias a la hora de buscar una explicación. Si logramos descubrir qué creencia nos ha llevado a estar tristes, enfadados o con miedo, será más fácil cambiar la forma en la que nos sentimos.
Pues bien, el Modelo A-B-C (Adversity-Belief-Consequences // Adversidad-Creencias-Consecuencias) nos ejercita en la identificación del enlace entre las creencias y las consecuencias.