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Como ya hemos visto en entradas anteriores, Freud escribe en 1900 “La interpretación de los sueños”. Es ahí donde se establece el concepto de inconsciente como eje central de la teoría psicoanalítica.

Observó que los sueños pueden constituir una vía regia a través de la cual se puede llegar a la comprensión del aparato psíquico. De hecho, los sueños de personas con problemas mentales son igual a los de las personas normales, de ahí su frase: “Soñar, soñamos todos”.

El psicoanálisis es el único que trata de la forma y contenido de los síntomas, producto de un proceso inconsciente. Así, ante un síntoma psíquico, hay un proceso inconsciente detrás. Estos síntomas son, por ejemplo, las fobias, histerias, procesos inconscientes, etc.

Sin el concepto de inconsciente no sólo los síntomas, sino también los actos fallidos y los sueños, serían inexplicables. Además, los síntomas también han sido considerados como fruto de la casualidad. Estos actos sintomáticos sí tienen sentido para el psicoanálisis, y son fruto de determinados procesos inconscientes que están íntimamente relacionados con la vida del sujeto.

Un sujeto se da cuenta de que tiene ideas obsesivas, pero está sometido a ellas y son más fuertes que su consciencia, luego no puede evitarlas. Así, desde la consciencia no se puede evitar, en todo caso “sustituir”. Realmente, el psicoanálisis se ocupa del aparato psíquico que produce los síntomas, no de su curación. Tratar los síntomas es diferente a tratar una enfermedad. En realidad, los síntomas son procesos psíquicos perturbados en su curso hacia la consciencia. Son un elemento sustitutivo de algo que no ha podido alcanzar la consciencia por alguna razón. Por ello, permanece en el inconsciente.

Los síntomas son, por tanto, producto de una transacción. Es un proceso psíquico inconsciente que llega a la consciencia transformándose. Transacción que ocurre en el aparato psíquico y que para poder expresarla tiene que deformarse.

El síntoma también es una realización encubierta de deseos, pero lo que resulta satisfactorio para una de las instancias, para otra no lo es (consciente/inconsciente). Ambas instancias se pueden representar espacialmente (aunque no sea del todo recomendable) como habitaciones separadas custodiadas por un guardián.

Puzzle

Veamos, por ejemplo, el mecanismo de deseo en el hombre: por el paso del complejo de Edipo, el sujeto renuncia al deseo y se somete a las leyes. Esto no quiere decir que el deseo haya desaparecido, sino que ahora está en el inconsciente y siempre puede pasar a la consciencia. Pero con las represiones secundarias, el inconsciente no puede expresarse como tal, y siempre tiene que llegar a convenios, mediante los cuales puede transformarse y así expresarse.

 Hay, por tanto, dos puntos clave:

1.- Idea propiamente dicha. Es lo que no puede cruzar el umbral de la inconsciencia.

2.- Carga afectiva. Es lo que sí puede expresarse.

Cuando tiene lugar la represión, se reprime la idea, no la carga afectiva. El psicoanalista sabe de esta deformación, por eso decimos que tratar los síntomas no es tratar la enfermedad. Todo esto se ve en la formación de síntomas.

En un síntoma neurótico, siempre se tiende a la satisfacción sexual del sujeto. Éste recurre a los síntomas puesto que carece de esta satisfacción en su vida real. Expresa tanto el deseo de la realización, como el miedo a realizarlo. Son acciones contrapuestas que se ven claramente en el caso de sujetos neuróticos.

En definitiva, la función del aparato psíquico es la de mantener a salvo los estímulos bajos, procurando placer y evitando displacer. Es importante, pues es el paso del principio de placer al principio de realidad. En la neurosis se produce un rechazo al principio de realidad y una vuelta al principio de placer. Por ello, utiliza como sustituto al síntoma, que es una “solución rápida”.