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No cabe duda de que la resiliencia, en el ámbito educacional y social, está de moda. O al menos ya está desfilando por esas pasarelas que nos dicen qué nos tendremos que poner en unos años.

Lo cierto es que cada vez resulta más sencillo encontrar información sobre resiliencia. Blogs que dedican alguna entrada a definirla, algún que otro artículo en medios digitales… e incluso gente que, ahora sí, han escuchado esa “palabra tan rara” alguna vez, aunque fuera de oídas. Todo esto está bien. El verdadero problema, lo que debería ser motivo de preocupación, es el uso tan a la ligera que empieza a hacerse del término.

Aunque ya hace bastantes años que comenzaron las primeras investigaciones, con todo lo que ello conlleva, es desde hace relativamente poco que la resiliencia está logrando abrir horizontes, ampliando el público que la conoce. Y al final, el boca a boca tratando de resumir de forma sencilla una palabra que resulta “difícil”, termina por desvirtuarla.

Así que no. No todo lo que nos “venden” como resiliencia, lo es. ¿Por qué? A mi parecer, por dos razones:

– Está en auge, y siempre queda bien utilizar términos que suenan técnicos.

– Si has escuchado alguna vez hablar del tema, la idea general que recordarás es: optimismo, fortaleza.

Por lo que he podido comprobar en primera persona, aquellos a quienes no se les explica bien qué significa, acaban interiorizando una idea errónea. Recuerdan cualquier situación y piensan: “ey, es verdad, no lo llevé tan mal. Soy resiliente.” Y no se trata de eso. No hay que confundir salvar las pruebas que nos pone la vida, con la vivencia de un trauma.

La resiliencia es un término complejo, a través del cual existen varias corrientes, de las que os hablaré en su momento. Pero si habéis leído algo ya en el blog, podréis haceros una idea de mi predilección por el Dr. Cyrulnik. Y él nos dice que es necesaria la existencia de un trauma para poder hablar de proceso resiliente. Como él mismo dice, citado por ADDIMA:

Hay que distinguir entre trauma y prueba. Para hablar de trauma, es necesario haber muerto. No crean que es una imagen, es real. La gente traumatizada dice: ‘No estoy segura de estar viva. He regresado del infierno y vuelto a la vida.’ Algunos incluso dicen: ‘La salida de los campos de la muerte no es el retorno a la vida. No soy un sobreviviente sino un retornado, un fantasma’, lo que implica el curioso pensamiento de ‘mientras más envejezco, más me alejo de la muerte.’

Mucha gente sufre traumas, y todo el mundo debe soportar pruebas. Pero en la prueba seguimos siendo nosotros mismos. No estamos muertos ni desgarrados. Frente a una prueba, pienso: ‘He perdido mi trabajo. ¿Qué voy a hacer?’; ‘Ella me abandonó. Siento una profunda pena, pero pienso que ella es una loca por haber dejado ir a un hombre como yo. Peor para ella.’ Nos defendemos como podemos, y seguimos siendo nosotros mismos.”

trauma